Todos somos acumuladores.
Desde pequeños somos acumuladores. Y a ti, ¿qué te gustaba guardar? tarjetas o cartas de amigos, piedritas, cajas, stickers, gomas, muñequitos de caricaturas o películas, etc.
De niños cuando tenemos muchos objetos es común pensar en el juguete que nos falta, en aquel que no tenemos, en lugar de valorar todo lo que ya poseemos.
En nuestra vida adulta pasa algo similar, resaltamos aquello que no tenemos. Vivimos en una cultura de compras y más compras ¡y cada vez queremos más!
“No elegimos ser acumuladores, pero hemos perdido el control de lo que tenemos”
Acumulamos de forma inconsciente, poco a poco nos vamos llenando de objetos que no necesitamos y han dejado de tener valor. Quizá nos sentimos solos y queremos llenar algún vacío. De esto nos hacemos conscientes al momento de revisar nuestra casa y es cuando nos preguntamos… ¿En qué momento llegaron todas estas cosas?
Hay 2 razones por las que retenemos y no dejamos ir:
La primera es por el miedo al futuro. Creemos que lo vamos a necesitar después, que lo vamos a tener que comprar de nuevo o lo guardamos por si acaso lo necesita alguien más.
La segunda es por el apego al pasado. No lo dejo ir porque fue importante, porque me recuerda a una persona, me sabe mal tirarlo y confundo objetos con amor.
La felicidad no está en las cosas.
Que mucha gente lo tenga, no quiere decir que yo lo deba tener también.
Dejar ir nuestras pertenencias requiere un esfuerzo, requiere de tu tiempo para identificar cuáles son útiles y cuáles no.
La invitación es a agendar un tiempo para la revisión, eliminar los objetos no necesarios y liberar esos espacios para recuperar su función principal. Que tus objetos no sean un peso, sino un aliado.
Se honesto, se amable contigo mismo y con tu casa.
Dale buena salud a tu casa, que sea un espacio de orden con equilibrio y armonía.